- "Se resistían a creer que la democracia francesa, que tan activamente trabajaba por la separación de la Iglesia y del Estado, incurriese en el error de proporcionar una enseñanza pública que no resultaría ser otra cosa que un instrumento más del que disponían las clases dominantes para transmitir sus valores. En la enseñanza pública, Dios era reemplazado por el Estado, la virtud cristiana por el deber cívico, la religión por el patriotismo, la sumisión y la obediencia al rey, al aristócrata y al clero por el acatamiento al funcionario, al propietario y al patrón."
? La Escuela Moderna, Francesc Ferrer i Guàrdia
Vuelve el lejano ruido de sables de la lucha por la educación pública. El ejército de curas y gimnastas izquierdosos -siempre preocupados por nuestra salud física- ha movido ya ficha, y prepara nuevos ejercicios rítmicos destinados a dar cierta apariencia de lucha a nuestras miserables vidas de estudiante, lo que comúnmente es conocido como un meneíto sin derecho a más, una brutal orgía neurótica de coros bajo un mismo objetivo difuso, la defensa de la llamada Universidad "pública".
¿La Universidad pública? ¿Sabemos acaso qué es la Universidad "pública"? ¿Nos hemos planteado el papel que juega este tipo de educación en el sistema? ¿No es el sistema educativo uno de los engranajes básicos para perpetuar el imaginario y los valores dominantes -no en vano, el capitalismo fue el primer sistema de la historia de la humanidad en implementar la educación obligatoria-? ¿Por qué hay críticas a la disminución del presupuesto universitario, pero no a que no exista educación si ésta no es productiva o financiable por las empresas o el Estado? ¿Por qué consideramos erróneamente como público un lugar regido por las listas de asistencia, la competencia, las matriculaciones y las notas, en el cual hay que pedir permiso a una burocracia estúpida para usar libremente todas y cada una de sus utilidades -incluso colocar un papel en la pared-? ¿No es la Universidad en su propia esencia una fábrica masiva de parados e imbéciles que apuntalarán el sistema con sus títulos de especialistas? ¿Por qué nadie se atreve a denunciar que el único objetivo de la Universidad sea preparar la fuerza de trabajo especializada, y que nunca ha perseguido ni perseguirá el conocimiento -y mucho menos el conocimiento crítico, dado que sería tremendamente ilógico que el Estado dispusiera y subvencionara las armas teóricas que permitieran su propia abolición-?
Todas las anteriores preguntas nos la sudan. No hay tiempo -nunca lo hay- para perder en tonterías ni en discusiones teóricas: Otra reforma de la hostia que se cargará definitivamente la educación pública -otra más, como la LOU, Bolonia, etc...- es muchísimo más importante que la profundización teórica o la discusión. Es momento de acciones espectaculares y movilizaciones masivas para demandar algo que no-sabemos-demasiado-qué-es, y muy seguramente nos conduzca a la misma frustración a la que nos condujeron las luchas contra Bolonia y su fracaso absoluto -las cuales siguieron exactamente la misma estrategia inútil-.
Si realmente queremos tomar partida en las luchas que se avecinan, si queremos una superación de su apariencia para entrar en el terreno de lo real, es de plena necesidad comprender cada uno de los engranajes de los que dispone el sistema para imponer la ideología dominante -siendo las instituciones educativas un simple mecanismo más, pero en el cual es de extrema necesidad averiguar sus secretos más oscuros, profundizar en la crítica más radical posible-. La próxima reforma educativa que sufrirá el mundo universitario -La llamada Estrategia 2015- no persigue otro objetivo que el de convertir la Universidad en lo que ya es a día de hoy y es en su propia esencia, la erradicación progresiva de todo espacio público -ante la cual los charlatanes de siempre únicamente demandan facilidades de pago y mejores precios, aceptando por tanto completamente la lógica mercantil que rige la Universidad dentro del sistema capitalista-.
Si somos consecuentes con nuestras palabras y actos, en el horizonte aparece lo que muchos parecen querer olvidar: No se puede estar en contra de la Estrategia 2015 -o de Bolonia, o de la LOU...- sin estar en contra de la propia Universidad como institución. En esta línea es a partir de la cual deberemos actuar en los tiempos salvajes que nos ha tocado vivir.
Nuestro sometimiento al tiempo como seres humanos, la filosofía barata de lo inmediato que ha determinado la actuación histórica -y el fracaso- del movimiento estudiantil, se descubre ante su propia quimera: Ya no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestro propio tiempo. Hemos perdido el control del tiempo. Es más, hemos perdido todo control: Alargamos una actividad cada vez más miserable -en nuestro caso el estudio, que no es más que otra forma de trabajo opresivo y deshumanizador, fetichista y alienante- que únicamente conduce a la medicalización generalizada -en forma de bebidas energéticas, antidepresivos, cafeína, psicólogos y píldoras antiestrés- y al recelo cuando se trata de ser dueños de nuestra propia vida. E incluso hacemos huelgas y manifestaciones para poder mantener semejante "privilegio" -el estudiante ha interiorizado perfectamente el rol de clase autoperpetuándose como esclava-.
Rompanos el tiempo, quebremos el hechizo de las palabras. Si alguien quiere evitar el debate, por mucha palabrería ornamental de "unidad" y "buen rollo", esconde un interés deliberado para no cambiar nada y no tener la necesidad de discutir o someter cualquier cosa a crítica. La situación actual es tan grave, que cualquier intento de lanzarse al vacío sin tener una teoría crítica cohesionada ni exprimida implica apuntalar aún más al sistema y contribuir a perpetuar su reproducción social. La división y el debate son necesarios para avanzar, por mucho que sienten mal y nos obliguen a replantearnos ciertas cosas de forma continuada. Nada hay peor que el falso consenso introducido deliberadamente por los charlatanes izquierdistas en las asambleas estudiantiles.
¿Somos realmente tan estúpidos como para pedir que nos eduque el mismo Estado que nos reprime en las calles con su policía, nos persigue con sus leyes y nos criminaliza con su prensa? ¿Creemos que la educación que proporcionen sus instituciones será alguna vez neutral -o incluso crítica-?
¿Por qué le pedimos todo eso en vez de crear nuestras propias formas de educarnos? ¿Por qué delegamos siempre en el Estado o en sus equivalentes empresariales la tarea de educar a la población? ¿Por qué acabamos así haciéndole un favor al sistema que tanto decimos odiar?
Por una educación democrática en la sociedad sin clases,
por una educación sin clases en la sociedad democrática
? Los peluqueros de Ferrer i Guàrdia*
(elordenreinaenberlin@gmail.com)
*Colaboraron para la redacción de este comunicado las minorías violentas, los agentes provocadores y los encapuchados incendiarios que deslegitiman la protesta estudiantil.
Porque el silencio cómplice es mucho más violento que mil contenedores ardiendo: Vivan los salvajes.