Carnavales de desdisfraces
Doña Carnal... contra abstinencia. Soledad. Máscaras que ocultan la realidad. La belleza no se oculta con maquillaje, ni la fealdad se disimula tras una máscara. No lo entiendo, sinceramente. Nos pasamos la vida disimulando. Siendo lo que no queremos ser. Aparentando lo que quieren que seamos. Y, en carnavales, la gente celebra que nada es como parece ser. Que nadie es como es. Incrédulos. Lo que realmente celebramos es que ese día nadie engaña a nadie, pero no porque nada es lo que parece sino porque todos somos como no queremos ser.
En el coche me asaltan las ideas, y hasta que consigo encadenarlas a un papel van perdiendo su forma original hasta que terminan disfrazándose de divagaciones y alucinaciones. Así que, en carnavales, me propuse llevar a cabo una de mis reflexiones. Esta es: ser como soy, y dejar de aparentar lo que debería ser y disfrazarme de lo que no quiero ser. Me explico. Día a día nos comportamos como se supone que debemos comportarnos, e interpretamos el papel que nos ha tocado en un sorteo amañado llamado vida. En carnavales la gente es feliz porque no tiene que disimular. Y se engañan. Disimulan estar disfrazados para no mostrar su verdadera careta. No se ponen una máscara sobre su rostro, sino una careta sobre la careta con la que les ha tocado vivir. No sé si me explico, el plástico no me deja respirar con facilidad. En carnavales, la gente se disfraza para tapar el disfraz con el que visten a diario. Con el que les ha tocado vivir. Paradojas del ser humano.
Y yo me niego. Disfrazado de mi mismo. Mi propio rosto como máscara y mi personalidad como atuendo. Y sudándome los cojones todo. Y pasándome por el arco del triunfo lo que con mi disfraz cotidiano no podría hacer. Ese es mi verdadero disfraz, yo mismo. Disfrazado, despojándome del disfraz que me acompaña a diario. Y en carnavales dejo de engañarme, ni intento engañar a los demás.
Son absurdos tantos comportamientos humanos que a veces quisiera ser una simple máscara, con sonrisa cóncava o convexa, para ser en un segundo y permanecer impasible el paso de los años. Y dejar de engañarme, ni seguir engañándoos a los demás.
Discúlpenme lectores, pero esta goma ya me molesta detrás de las orejas y los guantes no me dejan escribir.
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Paradojas del ser humano; aún sigo buscándote tras cada máscara, en este entierro de disfraces, en el que convertiste mi vida.
Carnavales de desdisfraces
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Cuando somos quienes realmente queremos ser, hacemos creer que sólo es otra máscara para evitar así que nos hieran: Los mecanismos de defensa descienden cuando nos mostramos en carne viva. Nos pasamos la vida siendo quienes nos dijeron que éramos, sintiéndonos culpables de nuestra espontaneidad. ¿Es la mirada del otro quién cerca nuestras posibilidades de acción, reduciéndonos a un escuálido concepto manejable para él? ¿Somos nosotros mismos quienes nos resumimos para hacernos más aceptables? Máscara sobre máscara, se va sepultando aquel liviano proyecto de ser quien quisimos.
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