
La semilla.
Un día, mientras cavaba
en el más profundo pozo de la mina de mi alma,
te dejaste, allí olvidada,
la semilla de un sueño, que entre escombros quedó enterrada.
Tu voz la regaba,
por sincera.
Tu sonrisa la iluminaba
por franca.
Tu cariño, tu alegría
la alimentaban.
Y germinó la semilla
y arraigó en mi alma
y sus raíces cavaron hasta resquebrajarla
Y creció su tallo
y le salieron ramas
y me esperé embelesado a la flor de la esperanza?
?que nunca floreció.
Otro día, mientras lloraba
por la bella flor que no era más que soñada
comprendí
que nunca su belleza me sería dada.
Entonces, cegado, arranqué la planta.
Y entonces lloré,
de pena y de rabia
de vacío y de escarcha
de soledad y silencios
y de palabras vacuas
y me miraba hacia dentro
y me repetía mis chanzas
?Tienes mil raíces dentro,
y no tienes ni un planta?
?El alma llena de grietas,
y sólo aventuras falsas.?
Raíces vivas
sin alimento, sin luz y sin agua.
Y cada vez que te veo,
las riegas con tus palabras,
las alumbras con tus sonrisas,
las alimentas con tus miradas.
Se hacen fuertes y me aprietan
mientras crecen,
la garganta,
las ideas,
el corazón
y hasta el alma.
Y me cuesta respirar.
Y me cuesta decir nada
y me descentro y me asfixio
y se me rompe la calma
se multiplican los vicios
y se apoderan de mi alma
y te cuelas por resquicios
que creí que ya no estaban?
y me encamino al principio
de toda esta batalla?
al precipicio
de soñar con tu mirada.
Pero no volveré allí.
Yo ya he estado en el abismo
y se que no queda nada,
nada bueno para mi
al fondo del precipicio.
Se que tu no estás ahí.
Tal vez, algún día,
desees que crezca la planta.
Que se haga fuerte y robusta
y florezca entusiasmada.
Y si ese día llega,
infórmame sin tardanza,
que hoy, como mala hierba,
la he podado con desgana,
pero a ras de tierra.
Antes de que, ya marchita
se apodere de mi nada?