Jesucristo
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Jesucristo
El gran revolucionario de la humanidad es el menos escuchado, es el que más ha sido difamado, es al que más han perjudicado. La peor cosa que le pueden hacer a un revolucionarlo es integrarlo en el sistema y a este se lo han hecho elevándolo a su máximo exponente: fue causa de masacres, de torturas, de humillaciones cuando él solo predicó por el amor, es objeto de cuadros, estatuas, trajes, retablos, catedrales que valen millones cuando él abogaba por la pobreza material. ¿Alguien ha sido más perjudicado que Jesucristo? Los suyos no son los débiles, en realidad son los más fuertes.
Es una lástima que yo no crea en Dios.
Es una lástima que yo no crea en Dios.
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Bueno, discrepo frontalmente contigo.Andreas escribió:De todas manerás, el primer personaje revolucionario fué satanas.
En principio Satanás significa "adversario". Si creyeses en Satanás, que como sabes por las Escrituras de las tres grandes religiones monoteístas, se rebeló contra Dios, por fuerza deberías creer en Dios. Satanás no existe sin Dios. Es una figura tan bíblica como Dios, tan mitológica -si se quiere- como Él.
Yo admiro a Jesús hombre. Y si un anticristo tan fundamental en la historia como Nietzsche -el mismo que escribió "Dios ha muerto"- calificó a Jesús de Nazaret como un Superhombre, un Iterman, creo que es por algo. Mi aprecio por la figura de Jesús viene sin embargo de lejos, pero que Nietzsche valorase así a Cristo (¡el mismísimo Nietzsche!) me demostró que la admiración -no confundir con devoción- que le tenía no era nada absurdo ni estúpido. Jesús de Nazaret fue un ejemplo para la Humanidad, fuese o no fuese un dios.
por eso pongo "personaje", nunca dije que creyese en ninguno de los dos.a la hoguera! escribió:Bueno, discrepo frontalmente contigo.Andreas escribió:De todas manerás, el primer personaje revolucionario fué satanas.
En principio Satanás significa "adversario". Si creyeses en Satanás, que como sabes por las Escrituras de las tres grandes religiones monoteÃstas, se rebeló contra Dios, por fuerza deberÃas creer en Dios. Satanás no existe sin Dios. Es una figura tan bÃblica como Dios, tan mitológica -si se quiere- como Él.
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bueno yo siempre me hecho esta pregunta?? existió de verdad Jesucristo?? o es un invento de la Iglesia para obtener poder?? porque aparte de los evangelios, que son para mi bastante sospechosos de fraude, no hay documentos históricos que reflejen su figura.
Por otra parte estoy de acuerdo con que los ideales de Jesucristo no son para nada los que ha aplicado la Iglesia, y la teoría de la liberación se la cargaron de raíz.
Por otra parte estoy de acuerdo con que los ideales de Jesucristo no son para nada los que ha aplicado la Iglesia, y la teoría de la liberación se la cargaron de raíz.
Jesucristo existió.Loquillo escribió:bueno yo siempre me hecho esta pregunta?? existió de verdad Jesucristo?? o es un invento de la Iglesia para obtener poder?? porque aparte de los evangelios, que son para mi bastante sospechosos de fraude, no hay documentos históricos que reflejen su figura.
Por otra parte estoy de acuerdo con que los ideales de Jesucristo no son para nada los que ha aplicado la Iglesia, y la teoría de la liberación se la cargaron de raíz.
La Teología de la Liberación pasa a ser una Teología Indígena, una nueva versión del marxismo. La Iglesia sigue colonizando y aprendió a vencer este movimiento cistiano marxista, lo que no quiere decir que haya desaparecido.
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Jesucristo existio realmente como personaje historico. Varios son los escritores e historiadores romanos q aluden a el en alguna de sus obras a causa de las noticias y enfrentamientos q producia su persona. Te cito 1 autor como Plinio el Joven(sobrino de Plinio el Viejo). Eso si ningun de estos q yo sepa comenta nada de su supuesta personalidad divina
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Estoy de acuerdo con bostraniego. Jesucristo existió realmente. De hecho en los manuscritos del mar muerto ya aparece nombrado un tal 'maestro' que hacia milagros. Y sino tambien esta la prueba de la sabana santa, aunque que creais o no en que el cuerpo que se ha quedado dibujado es Él es otro tema. Yo me lo creo.
En estos días navideños las familias se reúnen para una congregación cálida que recuerda los afectos y los vínculos. El significado cristiano de la fecha se pierde cada vez más. El cristianismo es una fe sincrética que ha absorbido su liturgia, su teología y su ética de otras religiones, ello le proporcionó su vigor inicial, aparte de la tarea de habilidosos embajadores como Saulo de Tarso, astutos gobernantes como Gregorio Magno e inteligentes ideólogos como Agustín de Hipona. Otras religiones, el islamismo, el budismo, han tenido también larga vida y multitudinarios seguidores pero el cristianismo es la que ofrece una construcción más vasta y consistente de sus quimeras.
Mahoma fue un rico mercader y guerrero, y Buda, un príncipe pero Jesucristo fue un modesto hombre de abajo, el hijo de un carpintero. De ahí su atracción para sus semejantes. El cristianismo se extendió inicialmente gracias a la aceptación que contó entre los esclavos. La palabra iglesia quiere decir asamblea en latín. Ello está indicando el carácter colectivo de su integración. Comienza siendo una religión de humildes, de gente desprovista. A partir de su tolerancia, por Constantino, se desplaza hacia las capas sociales más altas y favorecidas. Con gran habilidad la Iglesia llevó a cabo sus tareas de proselitismo incorporando en sus ritos las costumbres paganas que no constituían un desafío directo a sus doctrinas.
El cristianismo ha significado una de las más profundas revoluciones que ha conocido la humanidad. Ha propiciado una sorprendente transformación de la sensibilidad. Si reflexionamos sobre las crueldades del circo romano --vistas con gran complacencia de los espectadores--, sin que ninguno se conmoviera por tan bárbara acción, nos percataremos que las emociones yacían en un estado de primaria incivilidad. Eso aportó la nueva religión en primera instancia: la compasión al prójimo.
El cristianismo comenzó siendo un movimiento de rebeldía, de protesta contra las costumbres establecidas. Fue un movimiento proletario para los desposeídos, una religión de comunistas que compartían fraternalmente sus escasos bienes. Por ello el cuerpo de ideas de los cristianos primitivos convoca a los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados, reclama a los mansos porque ellos poseerán la tierra, llama a los perseguidos porque se les entregará el nuevo reino prometido.
El cristianismo desconfiaba en sus inicios de los ilustrados doctores, de la inteligencia, y se inclinaba al puro comportamiento de los ingenuos, de los desnudos de ley y saber. Ello no impidió las herejías y los cismas que sobrevinieron después. Sin embargo, los cristianos no abolieron la esclavitud, en su inicio como institución, no suprimieron tampoco los juegos gladiatorios, no cambiaron la moral sexual, no erradicaron las costumbres paganas; durante siglos practicaron las normas establecidas mientras luchaban por revolucionar la vida espiritual.
El cristianismo surgió en un momento de la historia en que el pueblo lo estaba necesitando, alimentó su sed de justicia, aquietó su desesperanza mostrándole el camino de una vida eterna, gozosa, que le compensaría de sus muchos males en este mundo. Contribuyó a aliviar los padecimientos de los desheredados, las desventuras de los infortunados. Si bien el más grande descubrimiento revolucionario ocurrió muchos años después cuando pensadores como Moro, Bacon, Campanella, Hobbes, Harrington y Erasmo comenzaron a concebir que el paraíso podía obtenerse en esta tierra, sin esperar la muerte.
Crane Brinton, profesor de historia de la Universidad de Harvard, ha afirmado con mucha pertinencia en su "Historia de la moral occidental" que el cristianismo es una fe inquieta, trágica, que mantiene una alta tensión entre lo que es y lo que debería ser, y esa es una de las fuentes de su fuerza. Por ello el cristianismo ha sido un acicate de imposibles.
Su ética nos proveyó de una cosmovisión que ha ayudado a mitigar la ansiedad que es el legado de todo vacío moral. La carne y el oropel dejaron de estar de moda, la sensualidad mermó su vigencia y el ascetismo y la vida sencilla alcanzaron una estatura aceptable. El hombre dejó de ser un animal de apetitos, a partir del cristianismo, y se convirtió en una conciencia con principios.
El hombre que agoniza, que lucha por una idea, alcanza el escalón superior de la raza humana. Por eso la voz atribuída a Cristo -- epítome de tradiciones, sabiduría popular y fabulación de romanceros -- exclama que no ha venido a meter paz sino espada, la espada de los revolucionarios que comenzaron convocando a los miserables y honrados para construir otro orden en los asuntos humanos. Quizás sea gracias a él que la humanidad escuchó por vez primera las palabras, hoy tan en boga: otro mundo es posible.
Mahoma fue un rico mercader y guerrero, y Buda, un príncipe pero Jesucristo fue un modesto hombre de abajo, el hijo de un carpintero. De ahí su atracción para sus semejantes. El cristianismo se extendió inicialmente gracias a la aceptación que contó entre los esclavos. La palabra iglesia quiere decir asamblea en latín. Ello está indicando el carácter colectivo de su integración. Comienza siendo una religión de humildes, de gente desprovista. A partir de su tolerancia, por Constantino, se desplaza hacia las capas sociales más altas y favorecidas. Con gran habilidad la Iglesia llevó a cabo sus tareas de proselitismo incorporando en sus ritos las costumbres paganas que no constituían un desafío directo a sus doctrinas.
El cristianismo ha significado una de las más profundas revoluciones que ha conocido la humanidad. Ha propiciado una sorprendente transformación de la sensibilidad. Si reflexionamos sobre las crueldades del circo romano --vistas con gran complacencia de los espectadores--, sin que ninguno se conmoviera por tan bárbara acción, nos percataremos que las emociones yacían en un estado de primaria incivilidad. Eso aportó la nueva religión en primera instancia: la compasión al prójimo.
El cristianismo comenzó siendo un movimiento de rebeldía, de protesta contra las costumbres establecidas. Fue un movimiento proletario para los desposeídos, una religión de comunistas que compartían fraternalmente sus escasos bienes. Por ello el cuerpo de ideas de los cristianos primitivos convoca a los que tienen hambre y sed de justicia porque serán saciados, reclama a los mansos porque ellos poseerán la tierra, llama a los perseguidos porque se les entregará el nuevo reino prometido.
El cristianismo desconfiaba en sus inicios de los ilustrados doctores, de la inteligencia, y se inclinaba al puro comportamiento de los ingenuos, de los desnudos de ley y saber. Ello no impidió las herejías y los cismas que sobrevinieron después. Sin embargo, los cristianos no abolieron la esclavitud, en su inicio como institución, no suprimieron tampoco los juegos gladiatorios, no cambiaron la moral sexual, no erradicaron las costumbres paganas; durante siglos practicaron las normas establecidas mientras luchaban por revolucionar la vida espiritual.
El cristianismo surgió en un momento de la historia en que el pueblo lo estaba necesitando, alimentó su sed de justicia, aquietó su desesperanza mostrándole el camino de una vida eterna, gozosa, que le compensaría de sus muchos males en este mundo. Contribuyó a aliviar los padecimientos de los desheredados, las desventuras de los infortunados. Si bien el más grande descubrimiento revolucionario ocurrió muchos años después cuando pensadores como Moro, Bacon, Campanella, Hobbes, Harrington y Erasmo comenzaron a concebir que el paraíso podía obtenerse en esta tierra, sin esperar la muerte.
Crane Brinton, profesor de historia de la Universidad de Harvard, ha afirmado con mucha pertinencia en su "Historia de la moral occidental" que el cristianismo es una fe inquieta, trágica, que mantiene una alta tensión entre lo que es y lo que debería ser, y esa es una de las fuentes de su fuerza. Por ello el cristianismo ha sido un acicate de imposibles.
Su ética nos proveyó de una cosmovisión que ha ayudado a mitigar la ansiedad que es el legado de todo vacío moral. La carne y el oropel dejaron de estar de moda, la sensualidad mermó su vigencia y el ascetismo y la vida sencilla alcanzaron una estatura aceptable. El hombre dejó de ser un animal de apetitos, a partir del cristianismo, y se convirtió en una conciencia con principios.
El hombre que agoniza, que lucha por una idea, alcanza el escalón superior de la raza humana. Por eso la voz atribuída a Cristo -- epítome de tradiciones, sabiduría popular y fabulación de romanceros -- exclama que no ha venido a meter paz sino espada, la espada de los revolucionarios que comenzaron convocando a los miserables y honrados para construir otro orden en los asuntos humanos. Quizás sea gracias a él que la humanidad escuchó por vez primera las palabras, hoy tan en boga: otro mundo es posible.
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