Vas deprisa en tu salto mortal de los cuerpos
hacia la bancarrota de la piel.
Ya no me esperas,
con tu voz aritmética,
semen gramatical de tu acento.
La afonía de las cosas cae como lluvia imperecedera.
Tu lengua ya anómala,
tus cabellos a saltos de gris sobre olvido,
el calculo nada infinito de los relojes,
las tardes que nos decoran de tumor las amígdalas,
el beso que guardas en los cajones para el último segundo...
¿quién te pide que vayas sin antídoto al nunca?,
¿quién te sabe tanto hoy como para que mañana jamás vuelvas?,
¿quién te convence de hormigas en las cejas,
de autobuses privados con límite en ninguna parte?.
El mundo ya no cae en la cuenta de tus pies tan largos,
de tu carne ya disléxica.
Yo sigo cada noche inyectada en las ventanas,
con el rostro partido en dos,
aminorando tu velocidad hacia el marcharnos.
A mi padre
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