EL AMOR AHUYENTA EL MIEDO, EL MIEDO AHUYENTA EL AMOR
Insignificante, ridícula, despreciable.. Resumiendo, una mierda. Era lo que él le había hecho creer que era durante aquellos meses que le habían parecido años e incluso milenios. Las largas charlas que antes mantenían y las cuales él escuchaba gustoso se habían modificado por palabras despectivas y de odio. Las cariñosas y dulces caricias que le solían ofrecer aquellas manos ahora se habían transformado en puñetazos, relaciones forzosas y más de un rasguño que trataba de tapar con maquillaje todas las mañanas. Aun así había algo que nunca podría tapar, aquel agujero negro sin fondo que se hallaba en su interior, aquel agujero de tristeza, golpes y desesperación. Sabía que no podría escapar de él, que poco a poco la consumiría y decidió que esa misma noche acabaría con ese abismo y con su vida. La tarde se le antojó infinatamente larga y pesada pero porfin llego la hora. Eran las 21.00, la hora perfecta, sabía que su marido se encontraría engullendo la cena que ella había preparado con tanto esmero para despues beberse el baso de ron como acostumbraba. Coció el arma que este guardaba en el cajón sin que le viese, paso desapercibida por delante de la puerta de la cocina, cerró la de casa y subió a la azotea. Cada escalera que subía era un adiós a cada persona que la había apoyado en su vida y en pocos minutos se encontraba allí, en aquel lugar en el que le pondría fin a todo. Nunca había pensando que moriría en una sucia terraza ni de ese modo pero en su situación no podía exigir más. Coció la beretta en su mano derecha y se la acerco a la cabeza apretando poco a poco y con suavidad aquel gatillo de frio metal. 1, 2 y.. No se oyó ningún disparo, puesto que en ese momento comprendió que el agujero negro que sentía dentro no se encontraba allí, si no en el exterior. Guardo el arma en el bolsillo, volvió a bajar las escaleras, abrió la puerta de su casa con sigilo y se acerco a la cocina. Allí estaba él, borracho y con un baso de aquel liquido cobrizo en la mano. Apunto a la cara de sorpresa de su marido al cual no dejo ni balbucear palabras de perdón y en menos de 2 segundos el cerdo que la había estado martirizando durante largo tiempo se encontraba muerto. Le daba igual lo que ocurriese después, porque sabía que esta batalla la había ganado, que nunca más le volvería a poner la mano encima.
[[Relato que escribí hará unos años. Esta vez la historia tiene un final "feliz", pero no siempre acaban así las cosas]]
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