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08 de mayo de 2024 | Publica tus noticias El Rock and Roll es la Única Fe Verdadera Arrodillaos Perros Infieles


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Anatomía de dos silbidos canarios. Marea sin riendas. (Parte I)

Por Kike Babas

Lee aquí la Parte II

Lee aquí la Parte III

Recién acabada la gira de Marea, "Los potros del tiempo", Kike Babas nos trae el extenso reportaje, "Anatomía de dos silbidos canarios. Marea sin riendas", sobre el fin de semana que compartió con la banda navarra en las Islas Canarias a finales de noviembre, en lo que fueron los antepenúltimos conciertos del tour. Colgamos la primera parte, donde nos relata el cotidiano del grupo antes del concierto: el hotel, los aperitivos, la prueba de sonido, etc. Una manera personal, natural y amistosa de acercarnos al interior del grupo. En las próximas entregas se relatarán los conciertos de Las Palmas y Tenerife vistos desde bambalinas.

Buenos días, mi amor. A punto de llegar a Gran Canaria. Todo on time. Ahora mismo viendo amanecer por encima de las nubes; me tocó ventana. En verdad, es una fortuna vivir el amanecer con las nubes debajo de uno, son como pelusas sobre la alfombra del azul intenso del Atlántico, mientras un naranja casi amoratado las va tiñendo de sol. No es tan guapo como despertarse a tu lado, pero no está mal. Te quiero. Enviar. Al principio me dio ‘morriña insana’ de no poder ir. 100 kilos de cristal son muchos kilos. Hubiera chupado esa fiesta con gusto. Después, leyendo los post-party, me entra ‘morriña sana’, soy fan del cariñoseo. Besazos. K. Enviar. El primero a mi compa, el segundo a un grupo de un cumple al que no pude ir y cuyo regalo colectivo fue una enorme lámpara de sal, después una docena más de mensajes de wasap. Se quedan todos en espera hasta que vuelva a tener cobertura en el móvil. No consigo dormir, así que mato el tiempo escribiendo mensajes y leyendo el desagradable El túnel, de Sábato. Las nubes se han ido convirtiendo en un lecho tupido y esponjoso, luego han tomado forma de desierto de hielo. En el descenso, al atravesarlas, se han aparecido como jirones de humo. Ya se ve la isla, hora local 07.40 a.m. Me dijo Kutxi que vendría a recogerme. Sé que no le he hecho madrugar, o no demasiado, él de por sí ya es madrugador.

El avión aterriza diez minutos antes de lo previsto. Efectivamente Kutxi me está esperando en la parada de taxis. Tras abrazarnos me hace un regalo: El libro de los días de Patti Smith, que se compone de fotos que Patti fue colgando en su Instagram el año que se estrenó en dicha red social, el 2018, acompañando las imágenes con los breves textos explicativos que fue igualmente compartiendo. El truhan sabe que soy muy seguidor de la escuela neoyorquina y en particular de la musa del art-punk. Agradezco un montón la delicatesen. Antes de coger un taxi se echa un cigarro y, veinticinco minutos después, en la puerta del hotel, otro. Esta vez le acompaño. Aunque según su criterio afirma que no fuma demasiado, que solo lo hace por una cuestión de sociabilidad, yo tiendo a pensar que fuma bastante.

Son poco más de las ocho y media de la mañana, mientras echamos el humo van saliendo del AC Gran Canaria los miembros de la crew, que se suben en sendas furgonetas para ir al recinto a preparar el equipo. Marea ha traído en barco su equipo habitual de luces y sonido, con lo que va a montar el mismo show que en sus citas peninsulares, aunque estos conciertos isleños se vayan a suceder en lugares más pequeños de lo acostumbrado. Hoy por ejemplo, en Gran Canaria, “solo” habrá dos mil personas. Se para a saludar Corbacho, el jefe de producción, o “sumo sacerdote”, que le llama Kutxi, como el resto de compañeros lleva una camiseta negra que pone equipo (no crew, que aquí no son amigos de anglicismos habiendo palabras análogas en castellano) con el logo de la banda y la tipografía de la serie televisiva de los ochenta El equipo A. Después nos saluda Roberto, el stage manager, esto es, el encargado de escenario, que se detiene lo justo para comentar que lleva toda la semana cortando leña para el invierno. Un chaval ha pasado por delante del hotel en coche, ha reconocido al Kutxi y, del alegrón, ha dado un pequeño volantazo y ha subido una de las ruedas a la acera mientras pita y hace gestos. Medio minuto después aparece en persona, ha dejado el coche aparcado de aquella manera y pide si por favor se puede hacer una foto, avisando que esta noche irá al concierto y lo dará todo. La última de la crew en salir del hotel es Paulita, backliner y varias labores más (se encarga, entre otras cosas, de colocar la microfonía) que pasa como una exhalación sonriente ante nosotros. Ella es sobrina Carlos Walker, el que fuese el primer backliner de Kolibrí, un detalle más que acentúa la sensación familiar que se respira en el ambiente. Las dos furgos ya están llenas y se van al recinto. El equipo técnico de Marea empieza su jornada.

La recepcionista nos cuenta que aún sigue pendiente el cambio de habitación: de momento tenemos la que utilizó Kutxi anoche, una DUI (doble de uso individual) con cama de matrimonio, pero a lo largo de la mañana nos darán una nueva, con dos camas. En el mismo vestíbulo nos cruzamos con Martín Romero, hermano de Kutxi, cantante de Bocanada, la banda telonera durante toda la gira. Martín viene con su compañera, Davinia, y su hijo de 2 años, Aran. Kutxi agarra al sobrino en brazos y le dice: “¿qué te come tu tío?” y el pequeño garabatea la respuesta con lengua de trapo: “los hevos”. Y ambos se ríen.

Subo a dejar mis cosas a nuestra habitación transitoria. Kutxi me esperará abajo, echando un cigarro. El ascensor me eleva hasta la planta decimoctava, habitación 1809. Dejo el macuto en una esquina y asomo la cabeza por el ventanal, hay una buena panorámica de la ciudad de Las Palmas: a un lado el muelle, al otro la playa de Las Canteras y al fondo esa verruga volcánica que le nació a esta punta isleña y que compone el barrio de La Isleta. A mis pies, tráfico denso. Descansa, en la mesilla de noche del lado izquierdo de la cama La primavera avanza, del poeta Ángel González, que se ha traído Kutxi. En la mesita del lado derecho, cortesía del hotel, El libro del mormón en inglés, y El nuevo testamento en inglés, francés y alemán, lo que denota que estamos en tierra de turistas europeos de edad madura y cultura cristiana.

Marea en Canarias

Desayunamos en la terraza de una cafetería del paseo marítimo de Las Canteras. A cinco minutos andando desde el hotel. Zumos de naranja, cafés y un par de bocadillos. Entre trago y mordisco la conversación trascurre sin orden, a según surge: del origen de la familia del Piñas, la contrabandista saga de los Beaumont, a aquella fiesta de hace años en el minúsculo Terminal de Iruña, donde se montó una jam en la que tocaron Luter, Brigi, El Drogas, él y no sé cuántos más.

En estas aparece Alén, en ropa de playa. Nos abrazamos. Quiere caminar un poco por el paseo marítimo y luego darse un chapuzón. “No te duermas en la playa”, le dice con sorna Kutxi, “no te pase lo de Tarragona”. Y los dos se ríen a carcajadas. Me explica Alén que, en una gira anterior, se fue a echar la siesta a la playa y cayó tan profundo que, cuando se despertó, le habían robado todo: ropa, calzado, mochila. “Al regresar al hotel”, cuenta entre risas, “el recepcionista no me quería dejar entrar porque no tenía ni llave de la habitación ni identificación, y yo le decía que no podía ofrecerle nada de eso si no me dejaba entrar en mi habitación. Y así estuve un rato, en bañador en la recepción, jugando al pez que se muerde la cola con aquel tipo, hasta que llegó un encargado”.

Observar la relación del cantante y el baterista de Marea es un ejercicio entretenido. Se admiran profundamente y coinciden en un perro sentido del humor: les gusta reírse del de enfrente, pero no precisamente de espaldas, sino que lo hacen de frente. Lo suyo no es un toque a primera sangre como en la esgrima, les va más el festín de los tiburones, una vez hacen sangre se excitan más y les encantan estirar el chicle de la broma hasta llorar de risa. Aunque no suele ser maldad, más bien sano cachondeo. Hasta cierto punto es un lujo que estos dos te tomen el pelo, porque buena parte de las veces es una tierna y terrible expresión de cariño.

Nos separamos, Kutxi se va a dar una vuelta y yo regreso al hotel a por un bañador. De vuelta a la playa me cruzo con Fernando Lezaun, el fotógrafo de la gira, que va a comprar tabaco. Le comento que voy a escribir algo sobre estos conciertos canarios y quedamos en que me pasará algunas fotos para ilustrar el texto. Ya en el agua, me encuentro con Martín, que se está bañando con la familia, ambos coincidimos en que el agua está deliciosa y que salir de un buen baño te deja siempre mejor cuerpo, que es algo que por dentro te equilibra.

Después unas cervezas en un bareto del paseo. Desde lejos se les ve: media docena de tipos vestidos de negro, mientras alrededor todo son teces alemanas coloradas y viejunas embutidas en estampados floreados. Están Kutxi, Lezaun, los miembros de Bocanada y un colega, el Árbol; un tipo alto, nervudo, de prominente nariz, que generalmente curra de free lance en diferentes producciones como hombre-para-todo y que a veces trabaja con Marea, aunque esta vez ha venido en plan colegueo. En Iruña todos le llaman por su nombre, Edu, pero, si te acercas al mundo de Marea, es más que probable que te cuelguen rápido un mote: “¡si es que es igual que un árbol de El señor de los anillos!" Me explica Kutxi. Las conversaciones vuelven a volar a según las mece el viento: desde las golfadas, míticas e irredentas, de los Huajalotes, hasta la intervención de Manolo Chinato en el anterior concierto de Marea, en Salamanca la semana pasada, cuando el poeta de Bejar, gastado por una vida disoluta y a un punto de la asfixia, aun fue capaz de recitar entero el totémico Elegía a Ramón Sijé, de Miguel Hernández, el poema de poemas para el señor Romero, incluyendo hasta la dedicatoria: En Orihuela, su pueblo y el mío, se nos ha muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien tanto quería.

Llega una segunda tanda a la terraza: el Piñas y el Kolibrí, a los que acompaña el ex pelotari Juan Martínez de Irujo. Llegando él, la conversación versa inevitablemente sobre pelota vasca. Entre varios me tratan de explicar la importancia de Juan (con el que ya había coincidido en Iruña el día del Disco de Oro): “el mejor pelotari de la historia”, que por lo visto acumula un palmarés de 5 manomanistas, 13 txapelas y 2 triples corona, lo cual debe ser una auténtica burrada. Juan en Canarias está muy relajado, “es que no me conoce nadie”, me explica, agradeciendo el anonimato, “pasar desapercibido es un gusto”. Tiene algunos dedos de las manos destrozados, una cardiopatía que le apartó del deporte y una anécdota graciosa: es pariente lejano de la familia nobiliaria Martínez de Irujo, pues al parecer tienen antepasados comunes que se remontan al siglo XV. Con una sonrisa me cuenta que: “Cayetano a veces me invita a visitarles a un palacete que tienen en Donosti. Nunca he ido, pero en ocasiones me tienta asomar la cabeza a ese mundo, a ver cómo es”. El bajista y el guitarrista de Marea se van de visita a Crespo, una tienda cercana especializada en curiosidades: cabezas jibarizadas de plástico, parafernalia pirata y otros artículos de ese jaez. El Kolibrí se trae un anillaco con una piedra de ojo de gato.

Poco a poco abandonamos las cervezas del aperitivo y en grupitos separados nos dirigimos al restaurante del hotel, en la planta vigesimotercera. Kutxi y yo coincidimos en la mesa con Kuxe, el pequeño gran hombre-para-todo, amigo íntimo de la banda, cuyo cargo oficial es el de chofer, aunque en verdad encara variopintas labores allí donde se necesita una mano. La manducatoria, pese a sus cuatro estrellas, no vale mucho, un buffet libre que igual es capaz de impresionar a los guiris, a nosotros desde luego no. A media comida Kutxi se va a fumar y yo termino de jamar y me voy a echar una no-siesta a la nueva habitación, que ya tiene dos camas. Hemos quedado a las 17:30h. en la puerta del hotel para ir a la prueba de sonido.

Marea en Canarias

Puntuales nos montamos en la furgo. De copiloto va Pachi, el road manager, cuya misión principal es llevar a la banda de un lado a otro y que lleguen a tiempo a todo. También lleva el tema de los pases: los invitados al concierto, lo amigos con pase a camerinos y todo ese jaleo. Una figura que, por sorprendente que parezca, Marea no había tenido hasta esta gira. Nos acomodamos para el cortísimo trayecto: en la fila del medio, Alén, Kolibrí y Piñas. En la fila de atrás, Cesar, Kutxi y yo. Le pido a Pachi que nos tire una foto, que cuelgo en mis redes con el texto: me dicen los muchachos que si me subo a hacer un poema con ellos.... Con vosotros todo, mi gente, todo. Así que avión, furgo y a probar sonido.... Mucha Marea!! y que termina teniendo (para los nimios números que mueven mis redes) una insólita cantidad de likes. El Gran Canaria Arena está cerquita (siempre pillan los hoteles lo más cerca que se pueda del recinto) y por el camino da tiempo a hablar de cosas tan sugerentes como las bondades del ron con miel o las diferentes marcas de colonia con lo que les gusta atufarse, un detalle que me deja anonadado, los conozco de hace un millón de abrazos y nunca había notado que oliesen a colonia.

Los distintos vestuarios y oficinas del pabellón deportivo hacen de camerinos: uno para Bocanada, uno para producción, uno para Marea. En todos hay váter y ducha. Nos instalamos en el camerino de Marea, donde aguardan un par de neveras con abundantes cervezas, refrescos y agua, una mesa alargada con bandejas llenas de sándwiches, fiambres y quesos, además de hielo, vasos, cubertería y varias botellas de vino tinto, ron y ron miel. En el centro de la estancia un sofá y unas sillas alrededor de una mesita baja con bandejas de chocolatinas, chucherías, chorizo y lomo. A las 18.00h. la prueba de sonido de Marea, a las 19:00h. la de Bocanada, a las 20:00h. la apertura de puertas, a las 21:00h. la actuación de Bocanada y a las 22:00h. la de Marea. Entre que acaba la prueba de Marea y comienza su actuación hay tres horas ininterrumpidas de convivencia en camerinos.

Al primero que abrazo al llegar es a Emilio, encargado del catering y el hospitality, dicho en plata, el que se encarga en cada recinto de que todo el mundo tenga su comida y su bebida. Emilio y yo, quizás por su pasado de tóxico bandolerismo, mantenemos una muy buena relación desde que nos conocimos en la gira anterior. Ya lo tiene todo preparado para que la estancia en camerinos sea lo más agradable posible, lleva aquí desde las 07:00h., antes incluso de que llegase el equipo técnico.

Kutxi se ha traído un pequeño altavoz que conecta vía bluetooth al móvil para ponerle banda sonora al rato que nos queda por delante. Comienza la sesión con Hackney diamonds, el nuevo de The Rolling Stones. Más tarde sonarán Every loser, lo último de Iggy Pop (que nos lleva a una disertación sobre si Iggy mola o no cuando canta en francés, algo que a mí me parece bastante cool, por mi pasión por la chanson, opinión de la cual Romero disiente bastante) y El regreso del Perro Andaluz de Albertucho, disco que edita El Dromedario, el sello discográfico de Alén, y en el que colabora Kutxi en un tema, aunque se ve que se los sabe todos: los va cantando por encima con pasión.

Marea en Canarias
Kutxe, Kike Babas y Kolibrí en los camerinos del Gran Canaria Arena. Fotografía: Fernando Lezaun

Un chaval al que no conocía filma a ráfagas con su cámara de video. Me lo presentan, es Alex, encargado de grabar y editar las piezas de video que luego se comparten en las redes sociales. Alex resulta ser un inquieto artista: canta en Sonic Toys y se casca además versiones de canciones muy conocidas, en las que hace varias voces en diferentes tonos; a modo de prueba me enseña unos cuantos videos de su canal de YouTube. Tras charlar un rato con él confirmo la atracción natural que siento por las personas creativas. Otro que anda con la cámara en ristre es Fernando Lezaun, que dispara aquí y allá a cualquier sonrisa que se mueva en el camerino. “Fer, ¿recuerdas la borrachera que nos trajimos la otra vez que tocamos aquí?”, le pregunta Kutxi, y ambos recuerdan la tajada que se agarraron en un bar cercano, cuando Kutxi pilló la guitarra y se puso a pedir en la calle: “pues saqué 30 pavos, que por supuesto nos gastamos en ron”, rememora entre carcajadas. Por unos minutos asoma la cabeza el Perla, otro íntimo de la banda, del pueblo también, cuyo quehacer oficial es el de chofer del grupo, pero que generalmente termina echando una mano en el merchadinsing (el puesto de camisetas) porque no sabe estarse quieto.

Alen, Piñas, Cesar y Kolibrí ya tienen todo listo en el escenario. Llega el momento de Kutxi de probar sonido, me dice que me suba con él para mirarnos el poema que voy a recitar. Con el pabellón aun vacío, subo por primera vez a un escenario de Marea. Me doy cuenta de que, desde abajo, las tres estructuras que sostienen las luces asemejan a tres herraduras. Se lo comento a Kutxi: “sí, claro. Y fíjate en la tarima de la batería, también tiene forma de herradura”. Le cuento que no lo había pillado, que desde el público las estructuras me recordaban a una especie de nave espacial que les abducía, se descojona. Ya en el centro del escenario Paulita me coloca los in-ears con su correspondiente petaca, nunca he usado este sistema inalámbrico de monitorización, donde te llega la mezcla directamente a los oídos y se evitan en el escenario cables y monitores. Quizá sea la falta de costumbre, pero no me acaba de convencer esa sensación de aislamiento y ese sonido que entra limpio pero con un toque a chichinabo. Aunque desde luego todo se oye alto y claro. Recito lo mío, luego ellos hacen una canción y fin de la prueba. Vuelta a camerinos.

Por Kike Babas

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